martes, 19 de noviembre de 2013

Palabras de Valeria Melchiorre en la presentación de Plebella

 Palabras de Valeria Melchiorre en la presentación del libro de Plebella en la Biblioteca Nacional el 8 de octubre de 2013


En principio quiero agradecer a Romina la oportunidad que me ha dado de participar en Plebella; agradecerle esta convocatoria aquí; y celebrar la compañía de estos pares, tan grata en el papel como en vivo y en directo. Debo confesarles que perdí los primeros apuntes que hice acerca de mi lectura de este libro, junto con el primer libro que tuve, en un taxi. Por cierto, eso fue antes de que Romina nos sugiriera el eje de esta charla, el tema «poesía y crítica». Con lo cual, hice borrón y cuenta nueva: obtuve el libro por segunda vez; y lo releí, ahora con una nueva mirada o puntería. El resultado, sin embargo, no sería tan diferente.
Porque Plebella, la mire desde donde la mire o apunte lo que apunte – es ex profeso el uso de la primera persona del singular, me intrigaba e intriga bastante lo que van a decir ustedes acá- siempre ha suscitado en mí las mismas impresiones o reflexiones; y probablemente todas tengan que ver, aunque sea indirectamente, con la relación poesía/ crítica: con esa «junción» que en esta revista es una encrucijada en tanto no hay opción; y es uno y otro de los términos reunidos. En efecto, hagamos el ejercicio de suplantar la palabra «crítica» por la que designa el género de uno de sus viaductos más convencionales, la palabra «ensayo»; y leamos algunas de las innumerables ocasiones en que «poesía» y «ensayo» buscan amalgamarse. Por poner un caso, lo que dice Romina en la editorial de noviembre de 2005: “[…] proponer un poema como ensayo […]”; y ya más acá, en la “Nota de la Editora” a este volumen: “[…] esa colectora del ensayo que se junta con la poesía y los dos se intervienen mutuamente”.
Creo, personalmente, que este binomio, (des)identificado como tal, depuestas las barras y las barreras, transformado en zona de frontera, en un in between –por apropiarme y arrastrar aquí un concepto de la crítica post- colonialista-, tiene directa conexión con uno de los rasgos, a mi modo de ver, más notorios de Plebella: la apelación al cuerpo. Curiosamente, o no tanto, este factor se explicita en más de una oportunidad a lo largo de la revista, ya porque la editora se pone como meta: “Registrar un tiempo […] de cuerpo entero” –en una editorial de abril de 2007-; ya, de manera más flagrante, por la fuerte presencia que tiene la performance como actividad del linde –en su poema “Performance”, Roberto Echavarren dice “y estamos en el filo de la navaja”-; y por la importancia que se concede, en general, a todas las movidas en las que el cuerpo está incuestionablemente involucrado. Es sugestivo al respecto el ensayo de Blanca Lema sobre el Butoh: “Esa es la doble danza. Escribir, bailar el poema, escribir”, leemos hacia el final.
Este llamado al cuerpo –que se siente de distintas maneras, aún en el cuerpo de la revista, y que es la causa de más de un malentendido en torno a Plebella, de más de un prejuicio en su contra-, este llamado al cuerpo, entonces, implica dar cauce a la pulsión. Y mediante esta expresión me refiero, por supuesto, a darle un curso, a «encauzarla», porque el decir plebello no deja afuera a la razón -¿no se nos ha propuesto aquí hablar de la relación poesía/ crítica?¿no llevamos a cuestas, más de uno, una biblioteca variopinta y frondosa?-; pero, sobre todo, darle cauce es darle voz a esa pulsión, en tanto el énfasis está puesto en el deseo como motor, amparo y justificación de cualquier acto de escritura. Pareciera, entonces, que las páginas de la revista –las que estuvieran en blanco pero también estas- nos instaran a sacudirnos, a deshabituarnos, a deshacernos del mandato de lo que ya está lógicamente pensado y pautado, aunque venga hecho lastre con nosotros. “A ver qué pasa con lo que nos gusta”, escribe Romina en una editorial de 2009. Y esta exhortación, salvo que seamos fundamentalistas de la erudición, sesudos irredimibles, citadores profesionales, corderos del manso rebaño de la cauta intelligentsia, nos invita a ponernos frente a nuestra singularidad más absoluta.
Aquí, entonces, la segunda de las sensaciones/ consideraciones que Plebella siempre me ha despertado: su destino irreverente, pero no en el sentido que lo fueron algunas de las vanguardias, es decir, no porque prime el gesto del desparpajo, sino porque Plebella nos pide salirnos de las sendas instituidas, de clasificaciones y de casilleros -o de casillas-.; en definitiva, nos incita a desafiliarnos. Leo uno de los incontables párrafos en que un colaborador proyecta características de la revista. Se trata de un fragmento de Karel Nu, en un ensayo de un número de 2004. El autor se propone, respecto de los libros de la época, “[…] seguir las líneas de indeterminación de algunos de ellos” para no enfatizar sobre lo ya dicho y no hablar sobre las esquirlas del neobarroco, del neorrealismo, o lo que fuere. Dice luego: “Se acaba con la impresión de que llegamos (tarde) al mismo lugar del que partimos, justo cuando lo real, de rozarse, se lo hace en un punto que no pre-existía y allí es donde tiene chances la mordida de la crítica, incluso la fuerza para inventarlo todo, para contextualizar de una manera menos escolarizada o más insurrecta, a través de problemas inéditos antes que por una prestidigitación de décadas y escuelas facilitadas de antemano”.
Poner el cuerpo, entonces, acarreando con uno mismo las improntas de lo menos estandarizado; y evitar u olvidar la pertenencia, el límite que impone una franja etaria o una tendencia: ambos impulsos no pueden jamás darse la mano con la unilateralidad. Y nos ubican, inevitablemente, en situación de pasaje, de frontera, en el cruce que es el de la incerteza. Allí donde las artes todas se alimentan unas de otras; donde se inspiran, bifurcan o convergen; donde el poema se convierte en crítica y la crítica se escribe como un poema.
Podría agregar muchas más cosas sobre Plebella, pero sin duda es su inclinación a asumirse –y aquí cito unos versos de Susy Shock- “[…] mariposa ajena a la modernidad,/ a la posmodernidad,/ a la normalidad./ Oblicua,/ vizca,/ silvestre,/ artesanal” lo que hace que en esta olla entremos muchos de nosotros. Excepto los que no están dispuestos a sacudirse.


                                               Valeria Melchiorre


viernes, 1 de noviembre de 2013

Palabras de María Alicia Gutiérrez en la presentación del libro de Plebella

Presentación Plebella, Biblioteca Nacional, Buenos Aires, Martes 8 de octubre 2013

María Alicia Gutiérrez

Agradezco a Romina la invitación para participar de la mesa. Muy contenta de estar aquí presentando esta hermosa antología de los 25 números de la Revista Plebella. Como ustedes habrán visto la edición es muy linda, sobria y atrayente. Romina Freschi, su directora, la organizó siguiendo algunos criterios que permiten, si uno la lee completa y de manera tranquila, sin urgencias, revisitar recorridos y diversos posicionamientos.
Si bien el libro me atrapó por todos lados, quiero hacer una referencia a la relación política/arte que está condensada (entre otros espacios) en los editoriales que Romina escribió en los 25 números. Editoriales que no hacían más que poner la dimensión política del momento, enlazada con la producción poética y marcando el contexto de producción.
Una primera pregunta podría ser: ¿Cómo alguien en un lugar preciso, puede percibir y pensar su mundo?  El filósofo Jacques Ranciére lo llama el “reparto de lo sensible” a  la organización de un espacio dado desde el que tenemos una percepción del propio mundo. De esta manera vinculamos nuestra experiencia sensible, es decir la de nuestro cuerpo, a una determinada inteligibilidad o sea, a un sistema de significaciones.  Plebella intentó comprender las formas de dominación y consenso y el cuestionamiento en el arte y la política.
La política no es la expresión natural de nuestra naturaleza (como diría Aristóteles) pero tampoco es un espacio claramente diferenciado de lo social (Hanna Arendt). La política es algo contingente, algo que puede pasar cuando no se acepta el orden establecido. La política aparece cuando hay desacuerdo, cuando se universaliza el conflicto. El consenso es el fin de la política
La política es la democracia como movimiento para emancipar la capacidad de cualquiera. La democracia no es sólo una forma de gobierno o un modo de vida social, es sobre todo la práctica que plantea una ruptura con la estructuración simbólica de la vida en común. Es la búsqueda de una comunidad política heterogénea de sujetos singulares frente a una comunidad cultural donde hay unos papeles y unas funciones establecidos. Esta comunidad política se basa en la igualdad de los seres hablantes.
Todo ello  nos lleva a la escritura como la configuración de un campo sensible, un campo de la experiencia que  colisiona con los anteriores. Es la forma democrática de la palabra que rompe con las clasificaciones clásicas de las artes. Y también la presencia del lector quien subjetivamente integra la obra en su campo de experiencia.   
Una poética del saber donde se identifica el poder común del pensamiento con el poder de la igualdad, donde un sujeto con su nombre propio marca lo que se compromete a soportar como suyo en el territorio de la lengua y los pensamientos comunes. Esta es la condición poética de la igualdad.
Asi Plebella, a través de sus editoriales, realiza una intervención social mediante el ejercicio del lenguaje: escritura política y política de la escritura: la bebé (el presente y la historia), la quinta pata del gato y la presencia de Cromañon; el culo, la conmemoración de los 30 años de la dictadura militar y el ejercicio de la memoria; ( el culo) te llueve, con el encuentro y la apertura a la danza, el psicoanálisis, la filosofía, la religión entre otras; la docena de facturas, con referencias a las elecciones de 2007 y el avance de un proyecto regresivo conservador en la ciudad de Buenos Aires y Plebella como un espacio para reconfigurar y persistir en la utopía; la desgracia, y el lugar de resistencia de Plebella en el aciago año 2009 para el conjunto de América Latina; el número 20 la fiesta, año 2010, en relación al bicentenario, el Mundial, la ley de matrimonio igualitario ; la mujer, diciembre de 2010, transformada en revista ecológica haciendo eco del cuidado del medio ambiente; el aborto, negado a la ciudadanía de las mujeres y la dedicatoria ( con cierta ironía) a la presidenta Fernández de Kirchner; el cocinero y su apertura a la poética del interior del país con sus realidades; el caballo, diciembre 2011, mostrando la distancia pero recordando el fatídico 2001 entre otras tantas muestras de ese entre medio que se construye entre la palabra poética y el lugar desde donde hablamos o mejor dicho, en Plebella, donde escribimos.

Poesía y mundo en estos editoriales que recorren el ritmo febril del espacio temporal en el que habitamos, resistimos  e intentamos cambiar  en el intento de no ser capturados por las lógicas hegemónicas.

Tenemos deseos y esperanzas y allí Plebella con nosotros en ese camino.




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